Ayer
Sábado se cumplieron dos semanas del anuncio del inicio de la cuarentena por
parte del Presidente del Gobierno y los balcones siguen recuperando el espacio
perdido en las últimas décadas y desarrollando su propio lenguaje.
Las
niñas del primero han fabricado una cabaña con sábanas en la terraza
cubierta y allí, por las mañanas, les lleva su madre el desayuno. En el tercero
alguien lee. En el quinto una chica se hace las uñas ahora que no puede acudir
a las chinas. En el cuarto, dos jóvenes hablan mientras fuman.
Seguimos
saliendo a los balcones a las 8 de la tarde a aplaudir a los que trabajan pero
ayer, al finalizar la ovación, todos cantamos espontáneamente el cumpleaños
feliz. Y es que una pancarta decorada con globos de colores nos anunciaba, desde
temprano, que un pequeño cumplía allí 5 años ese día.
Al terminar el cántico, el niño dio las gracias excitado cual alcalde de
“Bienvenido Mr Marshall”. Si la vida es generosa con él, llegará un momento en
que se convierta en una de
las últimas personas vivas con memoria directa de este estado de emergencia y
aislamiento, de esta situación extraordinaria que él estará viviendo , como
tantos otros pequeños, sin llegar realmente a comprender. Y tal vez le cuente a
sus hijos y a sus nietos, entre incrédulos y aburridos, de aquel cumple suyo de
5 años que pasó recluido en casa de sus abuelos a causa de un virus - ¿que cambió el mundo? - sin sus compañeros de clase y
en que toda la calle le cantó el cumpleaños feliz.
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