Recuerdo el Barrio de Padre Jesús vestido de “época” con sus
callejuelas empedradas camufladas de tierra, sus balcones ornados con persianas de esparto y
los cables de la luz soterrados. Recuerdo el edificio del fondo, tras la fuente
de Los Ocho Caños, cubierto de corcho sintético imitando piedra, transformado en la fábrica
de tabaco donde trabajaba ella.
Recuerdo haber asistido al rodaje de una escena en que las
cigarreras se peleaban en presencia de don José y ver a Aurora Vargas sobre una
carreta o un coche de caballos.
Recuerdo a mis padres hablándome del rodaje final en la
plaza de toros a mi vuelta de un campamento, de la conversación de “mi tío
Eduardo” – por su condición de responsable del hospital – con el director Francesco Rosi y de escuchar a mis mayores hablar de las salidas nocturnas de Antonio Gades
y Pepa Flores al Coca´s o de Plácido
Domingo a La Torre.
Recuerdo una ciudad tomada por los
peliculeros y a medio pueblo ejerciendo de “extras”.
Recuerdo, un tiempo después, caminar por París y cruzarme
con enormes carteles de la película y emocionarme al ver tan lejos, en esa época
Europa quedaba muy lejos, a mi queridísima y bella Pilar Becerra en las
paredes.
Hoy, un artículo en el periódico sobre la dimisión de
Giorgio Napolitano, presidente de Italia, iba ilustrada con una foto suya saliendo
de un funeral: el del director de cine Francesco Rosi, discípulo de Visconti,
ganador de la Palma de Oro en Cannes en el 72 y director de una versión operística
de la “Carmen” de Bisset rodada en Ronda en 1984 con Julia Migenes y Plácido Domingo como protagonistas.
Por un momento, se me vino todo aquel verano a la cabeza.