No,
no es
Un
coño rodeado de carne. Un objeto con agujeros donde meterla. Una falda que
irremediablemente nos provoca. Unos tacones que piden guerra. Un ejemplar del
“sexo débil” que no debe regresar tarde a casa, que no debe andar sola, que no
debe beber “como un hombre” y bajar la guardia.
Es
no, ¿no?
Lo
que se esconde detrás de su no, de sus ojos desorbitados, de su cuerpo
paralizado por el miedo, de sus pulsaciones aceleradas.
No
es no
Con
su rotundidad, su carencia de ambigüedad, su convicción, su certeza, su
hartazgo, su petición. Así, sin comas, sin aditivos ni necesidad de explicaciones,
con las palabras en ese orden, sin
propiedad conmutativa que valga. Que ya está bien de tanto disléxico de la
razón y del sentido común; disléxicos de los actos - a ver cuando aprenden que
“suicidarse” va antes de “matarla” y que no admite intercambio cronológico-; y disléxicos
de las leyes, esas que anteponen
patriarcado y machismo delante de igualdad y libertad.