Martes,
30 de Enero de 2018
Todas
las familias tienen algo que las hace únicas. Y todas tienen algo que las iguala a las demás. Y esto,
lejos de ser negativo, puede ser un “consuelo”.
Gustavo
Salmerón buscaba material para su primer largo y un buen día descubrió que lo
tenía en casa. Su propia gente y, en concreto, su madre Julita que, con su
naturalidad innata, nos gana desde el primer momento.
Ella
soñaba con tener muchos hijos, con tener un mono y con tener un castillo. Todos
esos sueños los cumplió. Aunque luego no resultara como esperaba.
Julita
es un espejo en que reflejarnos. Sus contradicciones – odia a Franco por provocar
una guerra en la que sufrió mucho, pero
fue feliz siendo falangista y, aunque quiso ser monja, no cree en Dios…o tal
vez, en el fondo, sí -, su manera de envejecer – junto a un marido al que
quiere aunque se peleen, aunque ya “no la toque porque está gorda” -, su manera
de acumular cosas inservibles…
Julita |
Una
buena idea, una cámara, la colaboración paciente de sus hermanos, el
contrapunto imprescindible de su padre y la impagable espontaneidad de Julita.
Hilarante,
deliciosa, magnética. El buen cine no es cuestión de medios, sino de ideas.
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